Gabriela Mistral y su relación con el medio intelectual y político chileno
Gabriela Mistral dejó Chile el 23 de junio de 1922, a los treintaitrés años, cuando fue convocada por el ministro de Educación de México, José Vasconcelos, para participar en la reforma educacional de ese país y en la creación de una red de bibliotecas públicas para integrar a las comunidades rurales.
Desde entonces, se convirtió en una influyente figura internacional y participó en seminarios educativos y misiones diplomáticas, tanto en Europa como en América. Además de México, vivió en Brasil, Estados Unidos, España, Italia y Portugal, mientras sus obras eran traducidas a diversos idiomas y galardonadas con numerosos reconocimientos.
Según Raquel Olea (1998), el «nomadismo» de Mistral le permitió constituirse en «un sujeto social plural y autodiseminado en distintas zonas geográficas y en múltiples funciones sociales». A pesar de las restricciones de su época, que confinaban a la mujer al espacio privado, a ella se le encomendaron importantes cargos fuera del país.
Fue nombrada consejera del Instituto Internacional de Cooperación Intelectual en 1920; cónsul en 1932, cargo para el que ninguna mujer chilena había sido elegida hasta entonces, y miembro honorario de la Sociedad Panamericana de Brasil en 1937.
Para algunos investigadores, Mistral se alejó de Chile debido a la desconfianza, temor y antipatía que sintió por el medio literario y político nacional, principalmente el de derecha (Eltit 2008).
Prueba de la poca valoración que las autoridades nacionales le otorgaron a su obra es que el Premio Nacional de Literatura le fue entregado en 1951, seis años después de que recibiera el Nobel. Además, de todos sus libros, solo Lagar fue publicado originalmente en Chile. La Editorial del Pacífico lo lanzó a finales de 1954, cuando la poeta ya había dejado el país por última vez.
El conflicto con los profesores de Santiago
La partida de Mistral estuvo enmarcada en un conflicto con los docentes de la capital, quienes cuestionaron su designación como directora del recién creado Liceo de Niñas n.° 6 Teresa Prats de Sarratea, actualmente n.° 7 de Santiago. Los profesores le reprocharon no estar en posesión del título de profesora y, solapadamente, enjuiciaron su relación de amistad con el entonces ministro del interior Pedro Aguirre Cerda, que había promovido su nombramiento.
En textos personales, la escritora se refirió a este episodio y señaló que la campaña de desprestigio en su contra había sido encabezada por la educadora feminista Amanda Labarca Hubertson, junto con la Sociedad Nacional de Profesores:
«Mientras viví en provincias me perdonaron la dirección del Liceo; en Santiago, no. Jamás mi gremio profesoril me perdonará mi falta de título. Solo Aguirre Cerda es el único protector de mi carrera. Él sabe que hasta me habían hecho su amante para justificar mi nombramiento. Agréguese a esta campaña a doña A. L. H., señora que se abanica con su dominio y el poder de sus insidias» (Mistral 2002, 83).
Asimismo, en una carta dirigida a una de sus amigas más cercanas, la profesora mexicana Palma Guillén, Mistral escribió:
«Yo no me he equivocado al creer que la América Española es invivible y que se es allí adentro bastante desgraciada. No conocen la indiferencia; no hay sino el amor o el odio, y el odio perseguidor, el de las Amandas Labarcas […]. Si volviese por castigo de Dios, haría cualquier barbaridad para IRME de tierras semejantes, donde en el aire anda el hielo del puñal o de la cuchillita» (Mistral a Palma Guillén s/a).
Tres viajes a Chile
En 1925, Gabriela Mistral regresó a Sudamérica. Estuvo en Brasil, Uruguay y Argentina, y residió por algunos meses en Chile. Durante su viaje, escribió con tono pesimista acerca de la decadencia moral de los ciudadanos chilenos y la nula preocupación de la clase política por mejorar las condiciones de vida del campesinado:
«Vi la misma esclavitud rural. Y, lo que parece cuento, anoté que no hay ni un solo partido que tenga en su programa la cuestión agraria como cosa importante, en un país de latifundio medieval, fantástico. […] Vi una clase media enloquecida de lujo y de ansia de goce, que será la perdición de Chile» (Mistral 2002, 113).
La escritora volvió al país doce años después, en 1938. Este viaje fue interpretado como una forma de apoyo a la candidatura presidencial de Pedro Aguirre Cerda (Horan y Meyer 2007), a quien había conocido en el pueblo de Pocuro cuando este se desempeñaba como diputado y ella como profesora de Geografía y Castellano en el Liceo de Niñas de Los Andes (Quezada 2009).
Mistral expresó constantemente su admiración y simpatía por Aguirre Cerda (Quezada 2009), pero negó estar vinculada con su campaña política. En una carta dirigida al diplomático Carlos Errázuriz Ovalle, en diciembre de 1937, se refirió a su próxima llegada al país y a las controversias que esta generaba:
«Desde Chile, en otro anónimo, me hablan violentamente de que voy a mezclarme en la política a favor de mi viejo amigo, D. Pedro Aguirre y que esa es la razón de que yo, después de tantos años, acepte regresar […]. Sólo hoy sé de la noticia de la candidatura; ni antes ni hoy él me pidió ocuparme de política y respetó siempre mis ideas que sabe diversas de las suyas en muchos puntos» (Mistral 1937).
En 1954, arribó por última vez a Chile, invitada oficialmente por el Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo. Fue la primera vez que visitó el país después de recibir el Premio Nobel de Literatura y, durante su estadía, recibió homenajes en Valparaíso, Santiago, La Serena y, especialmente, en el Valle de Elqui, donde se quedó casi una semana recorriendo su tierra natal.
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