Petronila Alcayaga conoció al padre de Lucila ya con una hija de once años, Emelina Molina. La joven maestra se hizo cargo económicamente de su familia una vez que el padre abandonó el hogar.
Gabriela recuerda que ella fue la responsable de iniciarla en las letras:
"[…] me dio enteramente la educación recibida en la infancia que en buenas cuentas es la única que tuve y que me fue transmitida puede decirse, en las rodillas fraternas. Reemplazó a mi padre en sus obligaciones familiares, y yo le reconozco el bien definitivo de la asistencia material y moral. El mérito de su formación se me ocurre que sea el de no haber deformado nada en mí, como lo hacen las escuelas mientras más modernas, más pedantes que se conocen en nuestro tiempo, y el haberme enseñado a base de imaginación y de sentimiento, con relatos bíblicos y con la vida del campo" (Carta de Gabriela Mistral a Virgilio Figueroa, Puerto Rico, 1933).
Emelina se casó con José de la Cruz Barraza Rojas y de este matrimonio nació Graciela Amalia el 7 de marzo de 1903.
La sobrina de la poeta murió a los 21 años. A ella le dedicó el poema "Canción de las muchachas muertas" presente en Tala.
De recuerdos personales a archivos de museo
Reunir el material más personal de Gabriela Mistral y transformarlo en patrimonio de Vicuña fue uno de los deseos de su hermana Emelina, quien le entregó a Isolina Barraza fotografías, artículos personales y correspondencia con ese fin.
La Colección Fotográfica del Museo Gabriela Mistral cuenta con imágenes que formaron parte de este legado:
"Emelina contribuía a enriquecer el archivo. Años después, ya vieja y enferma, le fue regalando una por una todas las reliquias de su hermana. La hizo depositaria de todos sus recuerdos" (Samatan, 1969:11).
Barraza dedicó su vida al estudio y conservación de documentos de Gabriela Mistral, y fue la primera directora del Museo de Gabriela Mistral de Vicuña.