Pasar al contenido principal

Poemas de las madres: el libro que une obras de Gabriela Mistral y André Racz

Solapas secundarias

André Racz: su papel en el arte contemporáneo


El artista rumano André Racz inauguró su primera exposición en Chile en 1948. Se tituló "Gouches y grabados de André Racz", y en ella incluyó una serie con escenas de la Pasión de Cristo, que provocaron controversia en el público y la prensa.

El Premio Nacional de Arte Sergio Montecino rechazó el juicio de "cierto crítico que veía en estos cartones 'una falta de respeto a la cristiandad'" pues el trabajo del rumano "no puede ser más sincero consigo mismo. Y los temas poco importan cuando los resultados son los que valorizan y confieren su categoría estética a toda obra de arte" (1948:1).

En El Diario Ilustrado, estos grabados fueron considerados como "verdaderos 'campos de fuerza' del sufrimiento y del dolor hasta su límite humano" (Echegaray, 1948).

Al siguiente año, presentó otra muestra, que fue elogiada por su uso de la línea, la que manejaba con "maestría extraordinaria: con ella dibuja los contornos, valoriza y logra las más sutiles expresiones" (Rauld, 1949:2).

Para su hija Simone, "los motivos de la Pasión y el Vía Crucis, mucho tienen que ver con su propia biografía, sus propias estaciones y dolores de migrante, aun cuando hayan sido temáticas recurrentes abordadas por los expresionistas" (en Cárdenas, 2015: 34).

Montó su primera exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1957 con 40 grabados que había creado desde 1951, muchos de ellos en gran formato.

En el catálogo se destacó su "extraordinaria técnica", que le permitió salir "de los moldes tradicionales y otorga a esta técnica nuevas posibilidades como expresión monumental dentro de las artes plásticas" (Catálogo exposición Grabados 1951-1957 André Racz, 1957).

Después de esta muestra, Racz dictó conferencias, cursos e hizo exposiciones en Santiago, Viña del Mar, Valparaíso, Temuco y Valdivia y confeccionó cerca de 250 dibujos del puerto de la Quinta Región y de Chiloé (Revista de Arte, 1957:48).

Se convirtió en difusor del grabado en Chile y organizó exhibiciones para mostrar los mejores exponentes de esta disciplina en el siglo XX. En 1950, reunió creaciones de Picasso, Bonnard y Matisse, y de jóvenes artistas latinoamericanos del Atelier 17, como el grabador argentino Mauricio Lasansky y los chilenos Nemesio Antúnez y Enrique Zañartu.

Recepción crítica de la obra de Racz en Estados Unidos

Racz desarrolló un estilo propio al alejarse de las tendencias artísticas predominantes del mercado emergente norteamericano, como el surrealismo y el expresionismo abstracto (Valdés, 2014).

Esta independencia y su incursión en distintos soportes dieron a su obra un sello único por su profunda visión de lo humano, de acuerdo a los críticos neoyorquinos de la década del cincuenta, Emily Genauer y Aline Louchheim.

Según el pintor estadounidense Charles Kermit Ewing, sus grabados justificaron su elevada posición entre los artistas contemporáneos de la segunda mitad del siglo XX.

El crítico de arte y filósofo Arthur Danto se interesó por los dibujos, acuarelas y assemblages (ensamblajes) de rocas y restos flotantes recogidos en la costa de Maine, en especial en una de sus series que reunió boyas de madera de colores brillantes utilizadas por los pescadores, las que interpretó como "un recuerdo de la lucha de los hombres con la naturaleza, los restos que sobreviven de un desastre náutico" (Racz cit. por Danto, 1998: 58).

Las ideas del "drama diario de los pescadores que luchan contra las fuerzas de la naturaleza ejemplifican el extremo romanticismo del arte y personalidad de André Racz" (Danto, 1998:58).

El regreso de la obra de André Racz a Chile

En 2009 el vínculo con Chile se restableció gracias a que sus hijos trajeron al país su legado artístico, parte del cual se incluyó en la muestra "André Racz 1916-1994: una colección mística", que se efectuó ese mismo año.

La exposición contó con una serie sobre el vía crucis, que el artista realizó en Nueva York entre 1948 y 1950, y parte de su colección de arte sacro, integrada por íconos rusos y tallas coloniales americanas del siglo XVII (Fuente: Corporación Cultural de Las Condes).

Al cumplirse 20 años de su muerte en 2014, la Corporación Cultural de Las Condes exhibió "Racz. Un maestro por descubrir", que fue calificada como un reencuentro valioso.

El crítico de arte Waldemar Sommer, resaltó que la "potencia, vigor extremo del trazo y del espeso claroscuro expresionista caracterizan su obra" (Sommer, 2014).

La historiadora del arte María Carolina Abell destacó que el grabador se enlazó con "una posvanguardia, la que en su trabajo tiene un espacio de desarrollo al margen de la temporalidad del mundo creador" (2014:73).

A pesar de la importancia del artista plástico en el medio chileno y de su reconocimiento internacional como uno de los grandes maestros del buril, "hasta ahora es bastante desconocido para el grueso de los especialistas y aficionados al arte" (Cárdenas, 2015: 11).

Temas relacionados