Crítica de Gabriela Mistral al feminismo del siglo XX
El pensamiento de la Premio Nobel Gabriela Mistral distó del concepto de «feminismo» que comúnmente se aplicaba en su tiempo.
Su feminismo "se puede observar desde dos perspectivas, aquélla que manifiesta, claramente, la visión de una mujer explotada y sometida por una sociedad esencialmente machista, y la de la mujer carente de potencial físico del hombre, para desarrollar ciertos trabajos" (Zegers, 1998:7).
Aunque reconoció la presencia de la mujer y su aporte al desarrollo de la sociedad moderna, la poeta consideró que las condiciones laborales pasaban por alto las tareas que tradicionalmente habían desarrollado las mujeres, como el cuidado del hogar y la crianza de los hijos.
No discriminó entre los derechos de los niños y los de las mujeres (Figueroa, et al. 2000).
Mistral presentó una ponencia donde defendió el derecho del niño a la educación maternal, en la primera Convención Internacional de Maestros realizada en Buenos Aires en enero de 1928:
"(…) a la madre presente, que no debe serle arrebatada por la fábrica o por la prostitución a causa de la miseria. Derecho a la madre a lo largo de la infancia, a su ojo vigilante, que la piedad vuelve sobrenatural, a su ímpetu de sacrificio que no ha sido equiparado ni por el celo de la mejor maestra. Cuando menos, si la madre debe trabajar, derecho a que el niño la tenga a su alcance por medio del trabajo en el hogar" (Mistral, 1979 [1928]:64).
Mundo laboral de la mujer a ojos de la Premio Nobel
Gabriela Mistral no formó parte de las luchas que buscaban la igualdad de géneros, sino que criticó el proyecto de desarrollo fundado en la productividad al que se plegaron algunas de las demandas feministas.
La poeta consideró que los oficios más pesados y los que requerían mayores capacidades intelectuales debían ser realizados por hombres, mientras que las mujeres podrían hacerse cargo de actividades acordes a su naturaleza femenina, como la enseñanza y la enfermería:
"La brutalidad de la fábrica se ha abierto para la mujer; la fealdad de algunos oficios; sencillamente viles, ha incorporado a sus sindicatos a la mujer; profesiones sin entraña espiritual, de puro agio feo, han acogido en su viscosa tembladera a la mujer" (Mistral, 1998 [1927]:44).
La participación cada vez más intensa de las mujeres en las profesiones liberales e industriales trajo consigo una ventaja: su independencia económica.
Para la escritora chilena, esta incorporación significó también "cierto desasimiento del hogar, y, sobre todo, una pérdida lenta del sentido de la maternidad" (Mistral, 2005 [1923]: XVI).
Gabriela Mistral creyó indispensable reconocer y valorar la diferencia de los sexos en la organización de la sociedad, planteamiento contrario al de sus pares.
En uno de sus escritos, se refirió al Congreso Internacional Feminista realizado en París en 1926, en el que una representante manifestó su oposición a los beneficios otorgados a las madres:
"Es todo un síntoma de estos tiempos el que [...] haya salido de boca de mujer (y de una ilustre mujer representativa) la proposición que dio la prensa francesa de que «debían abolirse una a una las leyes que, concediendo algunos privilegios a la mujer en el trabajo, le crean una situación de diferencia respecto del hombre». Esta proposición, de un absurdo que supera todo objetivo, comprende la supresión de la llamada «ley de la silla» la supresión de la licencia concedida a la obrera un mes antes y otro después del alumbramiento, etc. La proponente estimaba que, si la mujer esquiva cualquier carga masculina, disminuye a la vez su derecho al voto y a otras preeminencias legales del hombre. Sus partidarias hablaron de «justicia matemática», de «lógica pura» y de otras zarandajas" (Mistral, 1998 [1927]: 45).
En A la mujer mexicana, propuso retornar a un modelo de maternidad tradicional:
"Para buscar tus grandes modelos no volverás tus ojos hacia las mujeres locas del siglo, que danzan y se agitan en plazas y salones, y apenas conocen al hijo que llevaron clavado en sus entrañas, las mezquinas mujeres que traicionan la vida al esquivar el deber, sin haber esquivado el goce. Tú volverás los ojos hacia los modelos antiguos y eternos: a las madres hebreas y a las madres romanas" (Mistral, 1923).
Si bien sacralizó la función materna en muchos de sus ensayos, logró distanciarse de los principios normativos, desestimándola como una mera actividad biológica (Queirolo, 2009).
Mistral: educar a las mujeres para "los grandes asuntos humanos"
La Premio Nobel fomentó la educación de la mujer y creyó necesario que las jóvenes se abrieran a los motivos humanos: "(…) el trabajo, la justicia social y la naturaleza" (Mistral, 1923).
En la selección de textos para Lecturas para mujeres (1923) destacó que "no todo debía ser comentarios caseros y canciones de cuna", ya que se "cae también en error cuando por especializar la educación de la joven se la empequeñece, eliminando de ella los grandes asuntos humanos (...)" (Mistral, 2005 [1923]: 11).
Literatura, pintura y música estimó que eran cursos que debían estar en el currículum de enseñanza de las jóvenes, sobre todo de aquellas que provenían de hogares humildes y sectores rurales, planteamiento acorde a su propia experiencia de vida.
Impulsó la formación de una literatura femenina seria, tarea que asignó a las profesoras:
"A las excelentes maestras que empieza a tener nuestra América corresponde ir creando la literatura del hogar, no aquella de sensiblería y de belleza inferior que algunos tienen para tal, sino una literatura con sentido humano, profundo" (Mistral, 2005 [1923]: XVI).
Pensó en la educación como la vía para disminuir la desigualdad que cercó a la mujer.
Gabriela Mistral: tensiones, disidencia y aportes al movimiento feminista
La preocupación de Gabriela Mistral por la maternidad y el reconocimiento de la diferencia de los sexos le costaron la crítica de las feministas de su época, que le atribuyeron una posición favorable al sistema patriarcal.
Cuando se le acusó de reducir la feminidad a la maternidad se defendió:"(…) yo no he reducido a la mujer a la maternidad: he querido circunscribirla, directa o indirectamente, al niño en los trabajos y en las profesiones" (En Münnich, 2005: 94).
Lo que llamó «circunscribir» fue interpretado por las feministas de su tiempo "como un acto de cobardía. […] Las que defendían la igualdad plena de derechos se quejaban de que excluyera a la mujer de ciertas profesiones y no luchara en el mismo frente que ellas" (Münnich, 2005: 95).
Nunca se definió como feminista:
"Yo no creo hasta hoy en la sonada igualdad mental de los sexos; suelo sentirme por debajo aún de estas «derechas» feministas, por lo cual vacilo mucho en contestar con una afirmativa cuando se me hace por la milésima vez la pregunta de orden: ¿Es Ud. Feminista? Casi me parece más honrado contestar un no escueto (…)" (Mistral, 1998 [1927]: 45).
Su relación con el movimiento feminista liberal chileno fue conflictiva, sobre todo con la pedagoga Amanda Labarca, quien fundó junto a Isaura Dinator de Guzmán el «Consejo Nacional de Mujeres», en 1918.
Para Mistral el organismo excluyó al sector más pobre y desprotegido de Chile:
"Hace años se me invitó a pertenecer a él. Contesté, sin intención dañada: «Con mucho gusto, cuando en el Consejo tomen parte las sociedades de obreras, y sea así, verdaderamente nacional, es decir, muestre en su relieve las tres clases sociales de Chile»" (En Figueroa, 2000: 103).
Pese a su postura, colaboró mediante textos literarios con quienes promovieron la dignificación del papel de la mujer en América Latina.
Destacó su contribución con Elena Caffarena en el Movimiento pro Emancipación de la Mujer, MEMCH (Eltit, 2008) y con la escritora argentina Victoria Ocampo, a quien dejó a cargo la publicación de Tala (1938) en la Editorial Sur.
Relectura de la escritura mistraliana por intelectuales chilenas
Las escritoras y críticas literarias chilenas Diamela Eltit, Ana Pizarro y Raquel Olea proponen una nueva lectura para la obra de Gabriela Mistral.
Olea sostiene que la poeta "representa un pensamiento y una práctica de lo femenino no articulada al modelo de su época, tampoco al proyecto social más conservador" (1998).
Las lecturas oficiales negaron la singularidad de su escritura, donde se expresa la constante pugna marcada por la ambivalencia y la contradicción de un sujeto femenino fuera de lugar, agrega Olea.
Eltit destaca que "Mistral tuvo una existencia anómala que quebraba los parámetros dictaminados para las mujeres de su época" (2008: 30).
A partir de las reformulaciones del feminismo elaboradas desde los años setenta y los estudios de género, se enriquecieron los modos de leer la subalternidad y la mirada instaurada sobre la figura de la escritora:
"Se comienza a develar a otro tipo de personaje, detrás de la escritura plena de virtual opacidad y del traje gris. Surge con toda su fuerza la transgresora. Los sectores intelectuales y de vanguardia de la sociedad comienzan a interesarse en la riqueza de una figura plural, su escritura poética y ensayística empieza a develar una tensionada multiplicidad de discursos" (Pizarro, 2008:24).
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